Boris Ackerman: El boicot, un derecho del consumidor

por Boris Ackerman

Esta táctica, bien orquestada, tiene el potencial de causar daños tremendos a empresas a veces muy solventes. Solo se necesita unir voluntades.
El boicot es una excelente arma frente a las inmoralidades de poderosos en contra de la gente.

Sin embargo, por lo general, muchas de las empresas, marcas y comercios que cometen abusos cuentan con el beneplácito de las autoridades e inclusive están íntimamente ligadas con estas, en oportunidades son propiedad de personajes poderosos vinculados con los gobiernos o simplemente grupos económicos incapaces de identificarse con sus consumidores a la hora de fijar precios, condiciones o garantías.
Además, las corporaciones que perpetran arbitrariedades o apoyan actividades carentes de ética, usualmente lo hacen en complicidad con los mandos de turno y son beneficiadas tremendamente por sus decisiones, las regulaciones que se les aplican son laxas y nunca son multadas o cerradas. A veces funcionarios del Estado multan, sancionan y cierran adrede a los competidores de las empresas abusivas para sacarlos del camino y darles el mercado a las firmas de sus amigos o relacionados.
Ahora bien, si estas organizaciones privadas aún no han cometido acciones inmorales, pero se conoce de su vinculación a personajes poderosos, quizás sea el momento de comenzar a pensar en acciones contundentes de boicot en su contra y la razón es sencilla: aun no habiéndolos cometido, la sola vinculación con el poder les abre las puertas a atropellos sin límite en un futuro cercano.
Lo adecuado para los consumidores es proceder a defenderse antes que dichos atropellos ocurran. La mejor defensa es el ataque y, en este caso, el boicotear a esas empresas no es solamente una necesidad, es un acto de profundo valor ético que favorece sobremanera el futuro de un país y deja precedente, neutralizando posibles abusos y dando a conocer que los consumidores tienen poder y voluntad y, a veces, si el éxito es contundente, obligando a las empresas a tomar decisiones favorables para la sociedad en su conjunto.
Según la página web ctb.ku.edu/es, «los boicots pueden también tener un objetivo mucho más mortal, obligar a una corporación o a un individuo a que deje de comercializar. Si bien los boicots rara vez son utilizados de esta manera, este puede ser el objetivo final de los organizadores». Esta táctica, bien orquestada, tiene el potencial de causar daños tremendos a empresas a veces muy solventes.
La misma página plantea que «los boicots funcionan porque existe mucha gente dispuesta a participar (…) Es más, las personas que toman parte en estas acciones normalmente tienen un alto grado de educación formal». Más adelante, el portal refiere lo siguiente: «Un boicot tiene dos objetivos fundamentales. En primer lugar, producir publicidad negativa en contra de la organización que está recibiéndolo. En segundo lugar, como resultado de la publicidad negativa, amenazar el balance de la persona u organización, es decir, su flujo de caja».
Eso significa que si un boicot está bien organizado y es exitoso, le puede romper el espinazo a poderosas organizaciones, por eso, debe ser tomado en cuenta como herramienta de lucha en contra de abusos que desfavorecen o que pueden desfavorecer en un futuro a su bolsillo.
Aunque el efecto de este tipo de acción es claramente financiero, en muchas oportunidades se ha usado para el logro de fines de muy diversa índole. La citada página web menciona tres casos:
«Una mujer afroamericana llamada Rosa Parks, que se sentía muy cansada, se negó a entregarle uno de los primeros asientos del colectivo a un hombre blanco. Esto provocó el boicot a los autobuses de Montgomery, lo cual disminuyó el ingreso de la compañía en 65% y produjo una decisión de la Corte Suprema que sentó precedente y por la cual la discriminación en los autobuses es inconstitucional.
Durante las décadas del 60 y del 70, César Chávez dirigió el boicot de los granjeros a la uva de California, lo que obligó a los terratenientes a mejorar las condiciones laborales de sus empleados.
En la década del 80, los boicots contra el atún que no fuera «sin dañar delfines» hicieron que los principales vendedores de este alimento enlatado tuvieran que cambiar su política.
En palabras sencillas, la justificación para un boicot no solamente puede ser la de un alto precio para un bien o un servicio, sino que más bien podría ser para apoyar un punto de vista ético, en función de una posición justa que defienda valores como la democracia, la justicia, el medio ambiente y en contra de actitudes discriminatorias o de despotismos de cualquier tipo y factura.
Un boicot debe ir acompañado de información que permita por sobre todas las cosas que quienes lo ejecuten sepan por qué lo hacen, el objetivo, las razones y lo que tendrán que sacrificar al ejecutarlo.
Definitivamente, requiere de esfuerzo y de abnegación, además que dada la condición inmoral de quienes defienden un statu quo, sus activistas pueden ser perseguidos y chantajeados. De ahí la necesidad de blindarse legalmente antes de proceder.
Finalmente, la página web que hoy referimos hace claras menciones a los grandes beneficios para la sociedad que los boicots brindan:
«Los boicots le permiten a la gente poner su dinero donde se encuentran sus valores. Además, esta táctica le ofrece a la comunidad una manera de estar firme por lo que cree. Si el boicot está bien organizado, le permite a la gente dar la cara a favor de sus creencias de una forma fácil y relativamente sin daños. En pocas palabras, un boicot alienta la responsabilidad civil de los miembros de la comunidad.
Los boicots atraen mucha atención. Cuando alguien inicia una acción de este tipo, otro presta atención. Normalmente, es un hecho que se considera digno de ser informado en los medios. Cuando el boicot pone en escena a un grupo, es una buena oportunidad para que dé explicaciones acerca de sus razones a todos en la comunidad. Finalmente, otros grupos sabrán que es preferible negociar con ustedes antes que arriesgarse a un boicot».

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