Por Eduardo Martínez
Los apagones en Venezuela, a parte de rutinarios, ya ni respetan las celebraciones religiosas. Así ocurrió este Domingo de Ramos cuando en los predios de Chacao el sacerdote oficiante procedía a leer la pasión de Jesucristo.
Sorpresivos como los bombardeos misilísticos sobre Ucrania, de repente el audio se silenció y las luces se apagaron. La oscurana se apropió del interior del templo. Las linternas de los celulares iluminaron las páginas de los textos sagrados, y el sacerdote continuó con las lecturas.
Nadie se movió de sus lugares en el templo. El sacerdote continuó a capella las lecturas y la Homilía. La oscuridad no logró perturbar la Santa Misa.
Aunque todavía no se había finalizado la lectura del Evangelio de San Lucas, los feligreses tuvieron presente el epílogo de la Pasión cuando Jesucristo expiró, y a pesar de ser mediodía “se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas”.
Siempre que se suscitan estos hechos, coincidenciales o accidentales, tienen a su vez un mensaje oportuno para la ocasión, con sus significados e interpretaciones.
En este caso, resaltó la Fe de los feligreses. Esa Fe que todo lo mueve y todo lo puede. Una Fe que resulta y resultó ser imperturbable.
Al final, luego del “poder ir en Paz”, para los creyentes el sol iluminó su salida de templo, acompañados de sus “Palmas Benditas”, y la convicción de que siempre más temprano que tarde, se iluminan nuevamente los caminos.
@ermartinezd