Angel Gustavo Cabrera: ¿Existe la felicidad?

Por Angel Gustavo Cabrera

“Canto a los perros infelices, ya sea de los que se van errantes, solitarios, por los barrancos sinuosos de las inmensas ciudades, ya de los que dijeron al hombre abandonado con ojos pestañeantes e ingeniosos: -Llévame contigo, y con nuestras dos miserias haremos acaso una especie de felicidad”. Tomado de Las flores del mal. Charles Baudelaire

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“¿Para qué sirve la Utopía? / Ella está en el horizonte. / Me acerco dos pasos/ y ella se aleja dos pasos./ Camino diez/ y el horizonte se corre/ diez pasos más allá./ Por mucho que yo camine/ nunca la alcanzaré./ ¿Para qué sirve la Utopía?/ Para eso sirve: para caminar. Eduardo Galeano

“Mi vida parece ir acabando como El Túnel, con ventanales y túneles paralelos, done todo es infinitamente imposible. ¡Qué terrible es que al acercarse la muerte vuelvan estas tristísimas metáforas.” Tomado de Antes del fin de Ernesto Sábato.

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A riesgo que el título de este ensayo sea una vulgar copia de folletines que he visto por allí, parece que esta interrogante sigue sin resolver, porque si bien escapa a definiciones de diccionario no hay unanimidad de criterio, como todo lo humano, cada quien le da la interpretación que le convenga a partir de la cultura civilizatoria, religión y experiencia de vida. Lo cierto del caso es que muchos responden que si existe y la manipulan a su antojo. Hay quienes la relacionan con estados inmateriales del ser, el centro es la espiritualidad y la presencia de Dios Todopoderoso, entregados a su voluntad.

Sin embargo al tener que vivir una vida donde tiene que alimentarse, tener un techo y bienes materiales que le proporcionen comodidad, entonces trabajan para ello las 24 horas del día de acuerdo a su estatus social y entonces dividen la felicidad entre ser prisioneros del consumo material y el bienestar humano y los golpes de pecho usando la expresión “Dios perdóname” y como este es tan bondadoso le tiende la mano una y otra vez.

Entonces la felicidad se vuelve pragmática, se manipula al antojo de cada quien y no genera el mayor de los conflictos. Ese es el drama del hombre contemporáneo donde las grandes filosofías acerca de la felicidad quedaron cubiertas de polvo en las inmensas bibliotecas del pensamiento universal. Son tiempos posmodernos que explican la evolución de la modernidad.

En conversaciones con amigos de diferentes estatus social he hecho dos preguntas: ¿ Existe la felicidad? y de responder afirmativamente ¿Te sientes feliz? La mayoría respondió que sí existe, que la vive a diario desde el consumo, el hogar, el contacto familiar, el bienestar individual y por supuesto la compañía espiritual de Dios a donde quiera que vaya. Incluso, para asombro, no mencionan el tema político e ideológico de la situación país o algún compromiso social de solidaridad con el prójimo como signo de felicidad. Hubo si un joven que me dijo que la felicidad no era absoluta porque tenía connotaciones económicas, sociales, culturales y espirituales.

En ese sentido me señaló que no se sentía feliz por las graves carencias económicas y de consumo de alimentos por lo cual estaban atravesando, pero en lo espiritual se sentía feliz por estar con Dios. Curiosamente otros, que están en el otro extremo de bienestar económico (la opulencia) vieron la felicidad más de forma integral y no fragmentaria. Esto se explica por los niveles de egocentrismo e individualismo consumista del cual estamos hechos. Solo dos personas, un profesor y un artista plástico se hicieron preguntas: ¿Qué cosas es esa?, ¿Dónde se compra eso? Y una exclamación ¡Y eso existe frente a la realidad que vivimos¡ Se puede decir que la felicidad como definición humana de carácter laica pertenece a la modernidad y sus alcances tiene un contenido filosófico e idealista que tendría que verse como una verdadera utopía inalcanzable si la estudiamos de manera absoluta y no relativa. Lo otro es que la felicidad puede estar mediatizada por la propaganda y las sentencias religiosas que son muy dadas a la alienación de los seres humanos.

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Probablemente la felicidad viene aparejada con la infelicidad. Son emociones y estados de ánimo de la razón humana que pasan por el tamiz civilizatorio. Duraderas y/o efímeras, individuales y/o colectivas, están en la vida humana y su apreciación es y será subjetiva. La modernidad y su poder material consumista terminaron colocando la felicidad en un lugar desechable, pragmático, como un vestido que se usa y se bota. Precisamente en estos tiempos posmodernos Gilles Lipovesky, un famoso sociólogo francés, habla del hiperconsumo como base de la sociedad engranada al individualismo y al narcisismo. Dice el sociólogo: “La cultura posmoderna es descentrada y heteróclita; materialista y psi; porno y discreta; renovadora y retro; consumista y ecologista; sofisticada y espontánea; espectacular y creativa”, más adelante señala: “El narcisismo designa el surgimiento de un perfil inédito del individuo en sus relaciones con el mismo y su cuerpo con los demás, el mundo y el tiempo”.

Todos estos aspectos que se abren ante nuestros ojos dejan atrás valores clásicos modernos como el laicismo, las vanguardias revolucionarias, las ideologías, las disciplinas, etc. Y lo llena la democratización del hedonismo y la búsqueda del placer efímero. Como ejemplo podemos citar el paisaje que nos ofrece un centro comercial donde el paradigma de la felicidad está en el consumo y en la búsqueda de placer. Para esto no se necesita pensar y mucho menos reflexionar. Se plantea que la felicidad está dando un salto a un nuevo estadio antropológico de la posmodernidad, algo así como una mutación trascendental de hombre-máquina, del cual podríamos hablar en otra oportunidad. Veamos este “pasaje de crónicas” escrito por el poeta y cantante Bob Dilan en 2005 ganador del nobel de literatura en 2016:

Vivimos en un mundo político/ El saber está entre rejas/ Se pudre en una celda sin saber dónde anda/ Y nadie queda para escoger una senda/. Vivimos en un mundo político/ Que Resultado de imagen para Bob Dylan arroja la piedad por la borda/ La vida está en los espejos, la muerte desaparece/ Por las escaleras del banco más cercano. Le faltaría agregar que el saber efímero está presente en el hiperconsumo de un centro comercial cualquiera.

Cierro este ensayo sobre la felicidad, primero con un pensamiento del escritor inglés Edgar Allan Poe: “La felicidad es posible, solo: -librarse de toda ambición; -Vivir a la intemperie – Desprenderse de todo bien material. Dicho autor vivió en correspondencia con esa máxima hasta tal punto que muere en la pobreza, en la calle desolada e inmunda. Insólito, pero así fue. Es seguro que para él, la felicidad tenía un añadido: la plena libertad sin sujeciones ni egocentrismo. Vivió sin ataduras y punto.

Particularmente ese lujo de vida no es para todo el mundo. Nuestro pintor Armando Reverón, el poeta Cruz Salmerón Acosta, el poeta Chino Valera Mora, el atormentado  Vicente Van Gogh, el poeta Harry Almela, Simón Rodríguez y tantos otros fueron libres y felices en pos de la utopía como búsqueda.

Segundo con un poema del Chino Valera Mora, muy dado a estos tiempos difíciles que vive Venezuela y que se pensaba que cuando gobernaran los llamados revolucionarios vendría la felicidad del pueblo. Todo lo contrario. Parece cumplirse la sentencia de Víctor Hugo: “En el oprimido de ayer, el opresor del mañana”.

Oficio de poeta

Ético es el paso del poeta en la tierra/ pero no de quien se lleva el índice a los labios/ sino en lo tremendo y deslumbrante/ de la libertad y de la revuelta/ porque no se puede ser feliz/ cuando se respira/ entre un atajo de infelices/ hay que vivir agresivamente/ reivindicar la piedra de amolar/ para cuando sea el tiempo/ de la fiera y bella fiesta de los cuchillos. Víctor Valera Mora. Tomado de 70 poemas estalinistas. 1979.

Editado por los Papeles del CREM. Responsable de la edición: Raúl Ochoa Cuenca.

«Las opiniones aquí publicadas son responsabilidad absoluta de su autor».

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