Por Eduardo Martínez
En nuestra edición hoy (8-2-2024) publicamos un interesante análisis con la firma de Marcos Villasmil. Con el título de “Hablan de progreso, mientras practican el fascismo”, Marcos se adentra en las desviaciones “burguesas” del socialismo “no solo de este siglo, sino de siempre”.
De siempre, y eso hay que subrayarlo y dejarlo en claro, el socialismo marxista nunca dejó de tener el fascismo como el paso siguiente a su evolución natural. Prueba de ello fue Benito Mussolini, quien rompió con el socialismo italiano, para inventar el fascismo, en un primer momento, para luego avanzar hacia el “totalitarismo” como fase superior.
Es así, que el cacareado “como etapa siguiente al socialismo”, siempre fue una burda propaganda comunista. Solo que Mussolini se le adelantó a Lenin, Stalin y Fidel.
En el trabajo de Villasmil, los ejemplos citados, nos son cercanos: España y, por supuesto, no podía faltar Venezuela. Así como otros países de la región, como en la Argentina, donde cuatro períodos presidenciales en las manos de una pareja, vienen siendo imputados en tribunales por casos corrupción en el ejercicio de sus gobiernos.
Un poco de historia
Desde muchachos -y somos compañeros de la misma generación y de las mismas trincheras de luchas- Marcos y yo no pisamos el peine de ser “progres”. Algo que en esas épocas tempranas de nuestra vida se llamaba “revolucionarios”, comunistas, izquierdistas, o como preferíamos llamarlos usualmente: “ñángaras”.
Aunque parezca contradictorio, y esa era una jugada a la que recurrían y recurren los progres, a partir de los 60 y 70 ser de izquierda era estar “IN”.
Un término de la juventud irreverente de nuestros años mozos. Sin embargo, los progres no tenían el más mínimo reparo de robarse el léxico de los movimientos culturales que rompieron con Marx, para ser irreverentes con el sistema político imperante y el status.
Algo que no percibieron entonces, es que también era un naciente movimiento que surgía en contra de ellos, y que se los llevaría por delante a partir de Concilio Vaticano II -con el aggiornamento de la Iglesia- y el Mayo francés de 1968.
Partir de ese momento, todo se trastocaría en el Mundo por poco más de veinte años, hasta que el mar de fondo se llevara por delante el muro de Berlín, la Cortina de Hierro y la Guerra Fría.
Tres caídas que probablemente les hicieron un favor a los románticos sobrevivientes de generaciones de revolucionarios post 1917.
¿Un favor?… ciertamente. Porque esos cambios ayudaron a sepultar la carga del «collar de bolas criollas ideológica» que había significado muerte y miseria para medio mundo.
Con su cara muy lavada, y despojándose del ideario marxista-leninista, se vistieron con el ropaje del capitalismo socialista. Otra contradicción para con su origen y tradición.
Lo que significó que, con el mayor desparpajo, aparecieran sin vergüenza alguna mostrándose con el símbolo más puro del capitalismo: EL DINERO.
No dudo que siempre les había gustado. Solo que estos tiempos, no lo esconden y lo exhiben sin pudor.
…y además, les gusta el dinero.
@ermartinezd