Víctor Maldonado: Un recule táctico

Víctor Maldonado en su columna semanal analiza las últimas decisiones del presidente, dando marcha atrás en la aprobación de la Ley de Universidades y devolviéndola a la Asamblea Nacional.

por Víctor Maldonado C.

Alea iacta est

La decisión tomada por el presidente era la única posible luego de un fin de año tan malgastado. El poder es un recurso político que se agota. Y el carisma es un atributo que se desgasta. Y ambos han sido derrochados por este gobierno con una irresponsabilidad que provoca sentimientos tan contradictorios como la vergüenza y el deleite. Nadie puede alegrarse por el grotesco espectáculo de un régimen intentando estirar los lapsos para no enfrentarse a la inevitable circunstancia del debate pluralista, pero por otra parte produce cierto goce el ir comprobando que el régimen se está descomponiendo tal y como en muchas ocasiones hemos previsto.

La consunción del modelo chavista se aprecia con claridad en tres aspectos. En la aridez de logros, el caos gubernamental y el agotamiento del discurso. Para cualquiera de los venezolanos es sorprendentemente patético que luego de doce años de intentar una gestión, el régimen no pueda exhibir un legado que sea consistente con los inmensos recursos que ha administrado.  No hay resultados. Tampoco posibilidad alguna de resolver en el mediano plazo esa tendencia tan marcada a la disgregación de sus acciones,  y poco a poco hemos visto como toda su elaboración argumental, originalmente marxista, se ha reducido a un comunismo militar que se expresa mediante tres enunciados repetidos compulsivamente: la represión, los insultos y las excusas. Tal vez habría que incorporar un cuarto argumento tan importante como los otros tres: la devastación de la estética y los rituales republicanos para sustituirlos por un kitsch de la peor factura, con excesos y pésimo gusto, como el uso indebido y oprobioso de la espada del libertador para casi cualquier intento de ceremonia partidista. Este gobierno ha convertido la imagen de los padres de la patria en fetiches que se usan para implorar mejor suerte y más éxito del que merecen en razón de su desempeño, sin que los libertadores –por cierto- se den por aludidos.

Por eso es que el haber devuelto la ley comunista de universidades no es un acto de contrición sino la asunción de una imposibilidad. Esta dictadura que arrasa con las formas y se muestra reacia a debatir los contenidos se ha encontrado con el desiderátum de no poder enfrentar el rechazo nacional porque no tiene la fuerza suficiente. Esta revolución armada esta asolada en su legitimidad. Y sin esta particularidad no puede desafiar en tantos frentes a una sociedad que está irritada porque no encuentra en ningún resquicio del gobierno algún argumento que le permita justificarlo. Una economía en recesión. Un régimen de libertades y derechos intervenido por la arbitrariedad y el sectarismo. La inseguridad ciudadana desbordada. El desempleo que se cierne sobre obreros y profesionales como una amenaza que en cualquier momento se transforma en una cruel realidad, la pobreza como una posibilidad cierta, la falta crónica de dinero que se deshace entre la inflación y la devaluación. En fin, un conjunto de circunstancias que han transformado el hecho de vivir en un esfuerzo descomunal que está fuera del alcance de los más pobres.

Y mientras todo esto acontece como tormenta perfecta, el gobierno sigue insistiendo en el error de ser el fin para el que ellos mismos trabajan a espaldas del pueblo. Todas las energías del régimen se concentran en quedarse un día más, comprando cada vez más caro una pequeña prórroga a través del espectáculo grotesco de la mentira y de ofertas que son irrealizables, sabiendo que no tiene ni tiempo, ni ganas, ni forma de dar un viraje que le permita sobrevivir. Por eso y no por otra cosa, esta poderosa revolución hizo lo único que podía hacer ante la inminencia de un gran conflicto: recular tácticamente, con la esperanza –que es lo último que se pierde- de acumular fuerzas para imponer ese comunismo tan atroz que los obsesiona. Todo parece indicar que el caos que han provocado también está haciendo de las suyas en el interior de la revolución. Varias tendencias enfrentadas no consiguen abrirse un paso estable hacia la conducción del proceso, que por eso también luce al garete. Algún sentido de realidad tendrán como para apreciar que este desastre se los va a llevar, por más que invoquen la espada de Bolívar, acusen al imperio o consulten al senil dictador cubano. Para todos ellos, el Rubicón quedó atrás, y con él toda la suerte posible. Ya es demasiado tarde para cualquier otra cosa que el miedo elemental al acabose, cada día más cerca.

e-mail: victormaldonadoc@gmail.com

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