por: Víctor Maldonado C.
Hay que reconocer que Chávez ha sido un artista consumado de la propaganda política. Baste pensar en toda la campaña alrededor del poder redentor de las “petrocasas”. Todo el alto gobierno actuando el guión de las realizaciones fatuas. Todos ellos pendientes de que no se moviera el cuadro fotográfico, debidamente centrado en la vivienda modelo. Urbanizaciones enteras surgían de las palabras del demiurgo en un plazo relativamente breve. Las soluciones se contaban por decenas de miles, mientras el pueblo presente, y todos los espectadores televisivos veían crecer en su corazón un halito de esperanza y reconciliación. Al fin el petróleo salía del barril gubernamental para ser algo más que una promesa. Al fin petróleo convertido en una solución digna para las más de dos millones de familias que esperan el milagro del techo propio. Meses después Globovisión se encargó de develar una y otra vez la mentira. Una sola casa, la que sirvió de modelo. Todo lo demás es desolación y desengaño.
Pero nadie recuerda el evento. Nadie se amilana. No fueron las petrocasas porque, en el camino, al demiurgo se le ocurrió una idea mejor. Dijo que se le iba la vida en “la Gran Misión Vivienda”. Todos los recursos del país apuntalados a resolver una situación inexcusable. Y comenzó la inscripción para una rifa cuyos resultados sólo se van a poder saber en el 2013. Mientras tanto, toca a todos los interesados vivir de la intensa campaña donde las promesas, y algunos indicios de que “la cosa va en serio”, son el único aliciente. No van a construir las centenas de miles, pero el ansia se mantendrá exacerbada cada vez que el líder entregue una, dos o diez viviendas. ¡Gran Engaño!
La desgracia de nuestro país es que todo ha sido dicho alguna vez. Y así como a Casandra le tocó lidiar con la maldición de tener el don de la profecía para que nadie le creyera, a muchos de nuestros intelectuales más meritorios les han correspondido la ingrata tarea de anunciar y/o describir lo que nos está ocurriendo. Uno de ellos es Aníbal Romero. En 1996 escribió un libro doloroso. Uno de esos espejos en donde no nos gusta vernos reflejados. Se llama “La Miseria del Populismo”. Vale la pena leerlo en medio de este laberinto de mentiras y confusión. “En términos políticos, el populismo predominante en Venezuela se origina en una noción de la política como manipulación, como mero intento de preservar el poder en lugar de utilizarlo sistemáticamente en función de los objetivos del interés público”. ¿No les parece demasiado familiar?
El político populista ofrece lo que no puede cumplir. Es impúdico a la hora de comprometer los corazones de la gente, generando expectativas que, sabe de antemano, son imposibles de satisfacer. Es un cuentero, un hablador de paja, que sin embargo, es capaz de manipular las necesidades de la gente y hundir al país en la esclavitud de la insensatez. El populismo vive “del prestao” sin pasearse por las consecuencias. Es el que nos ha hecho creer que podemos vivir de la renta petrolera sin trabajar, o que el problema del empleo juvenil se resuelve con la ley respectiva. El populista elabora mundos de papel, todos fraudulentos, no echa el cuento completo, ahorra la relación entre esfuerzos y resultados. Puros derechos sin deber alguno, como si el realismo mágico fuera algo más que buena literatura. Hemos vivido doce años con el populista más consumado. El duelo de los populismos está planteado. ¿Alguien se atreve a competir? ¿Quién puede competir con el mejor?
Algunos dicen que este pueblo no está preparado para la verdad. Que hay que seguir la trama del engaño para tener alguna opción de victoria en las próximas elecciones. Que no se puede decir, por ejemplo, que toda esta fiesta se ha financiado con una deuda creciente que en algún momento tendremos que honrar. Y que el Fondo Chino no es otra cosa que deuda con garantías, y que por esa vía pronto no va a haber soberanía que defender. Que la economía real está devastada entre tanto cerco a las empresas, y que va a tocar hacer inmensos sacrificios para generar los millones de empleos que hacen falta para enfrentar la pobreza. Que la universidad popular es un fraude portentoso porque no prepara para el trabajo productivo. Que el chavismo es un estilo que hace metástasis en todo el cuerpo social, y que esta sociedad violenta está armada hasta los dientes. Que no se han construido escuelas y que Barrio Adentro es un castillo de naipes. Que por más que hayan oído de políticas sociales, éstas no existen, que Aristóbulo mintió y siguen habiendo analfabetas en Venezuela. Y que habrá que echarle un carro de bolas para sacar al país adelante. Que estamos enfrentados y volver a las riberas de la tolerancia y la paz significará un gran esfuerzo donde la justicia, que hoy no tenemos, tendrá la primera y la última palabra. Y que a partir de ahora se acabó la manguangua porque tendremos que arroparnos hasta donde nos alcance la cobija. ¿Hablará alguien con seriedad, o continuaremos la vieja guerra de los populismos?
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