Venezuela: ¿Posibilidades u oportunidades de inversión?

En la última década se han estado retirando las grandes corporaciones de la economía venezolana. Prefieren producir en países cercanos o lejanos, y enviarlo a Venezuela. Simultáneamente, emprendedores venezolanos se han convertido en importantes inversionistas en el exterior. ¿Porqué sucede esto?. www.eastwebside.com editorializa sobre el tema y trata de responder a la incognita.

por Eduardo Martínez

Venezuela es un país con grandes posibilidades para la inversión. Cada vez que nos preguntan al respecto, no nos cansamos de decirlo.

No solo por lo ofrece, sino por lo que recibe, es que las inversiones son favorables para los países: generan puestos de trabajo, transfieren tecnologías, pagan impuestos, generan valor agregado, reducen las importaciones de productos, impulsan las exportaciones, contribuyen proporcionalmente al crecimiento del producto interno bruto-pib, aumentan la oferta de productos reduciendo la escasez, etc.

Los países, al igual que las personas y las empresas, siempre ofrecen ventajas comparativas en negocios, sectores y actividades. Analizar una posibilidad de inversión pasa por estudiar cuáles son esas ventajas comparativas.

El caso de Venezuela, no es diferente. En la lista de oportunidades es el sector energético el que la encabeza. Tanto en la actividad petrolera, como la de la producción de electricidad, Venezuela presenta ventajas comparativas excepcionales que los países de la misma dimensión económica y de la región no pueden ofrecer.

Estas mismas condiciones las presentan el sector minero, ya sea hierro, bauxita, carbón, o piedras preciosas, entre otras actividades. Igualmente la industrialización de estos minerales: siderurgia, reducción del aluminio, y la manufactura que los utiliza como materia prima: perfiles, laminas, fundiciones de piezas para la industria de la construcción y la automotriz, por ejemplo.

Las ventajas en el sector minero arrancan desde la actividad misma de la extracción. La mayor parte de los yacimientos se explotan o se pueden explotar a cielo abierto. No es necesario entrar a las entrañas de la tierra para extraer los minerales. Tal vez el mejor ejemplo lo sea el Cerro Bolívar, donde el hierro se extrae con gran facilidad.

Podemos seguir enumerando una gran cantidad de sectores y actividades donde Venezuela sería un gran receptor de inversión, tanto extranjera como nacional de origen privado.

Sin embargo, en la última década se han estado retirando las grandes corporaciones de la economía venezolana. Prefieren producir en países cercanos o lejanos, y enviarlo a Venezuela. Simultáneamente, emprendedores venezolanos se han convertido en importantes inversionistas en Colombia, Panamá, islas del Caribe y hasta en los Estados Unidos. ¿Porqué sucede esto?

Por que una posibilidad no es siempre una oportunidad. Poder ser no es lo mismo que ser. Algo posible es aquello que muestra aptitud, potencialidad. Oportunidad es la coyuntura, la conveniencia de tiempo y de lugar. Venezuela no es el lugar para invertir en estos tiempos.

Eso es lo que pasa en Venezuela. Grandes posibilidades, con muy pocas oportunidades para la inversión.

Las razones de la no inversión

Son múltiples las razones. Citaremos algunas. En primer lugar, el modelo de economía que el gobierno impone. Se prefiere la inversión de empresas estatales multinacionales que de origen privado. Se transforman las empresas privadas venezolanas en estatales. Y está última política de Estado define la segunda razón: la inseguridad jurídica. No hay respeto por el capital privado. Ni siquiera, por lo que el propio Estado garantiza. El Estado firma un acuerdo o contrato un día, y al otro nacionaliza la actividad. Peor aún, las nacionalizaciones se transforman ilegalmente en confiscaciones al no pagar por la “adquisición forzosa”.

Por otra parte, basta con leer las decisiones del alto tribunal en lo relativo a las empresas, para descubrir que sólo las empresas estatales le ganan a los privados, y el Estado nunca pierde una demanda. Sean estas demandas en litigio de contratos, casos laborales o recursos por aplicación de multas o sanciones.

Sobre el mismo hilo de la inseguridad jurídica se materializa el no cumplimiento de los compromisos para la repatriación de utilidades y capitales. Y sobre este hilo se mueve también el del control de cambio. Bajo la excusa de evitar la fuga de capitales, el control que ejerce la oficina del Control Administrado de Divisas-Cadivi, las empresas no pueden adquirir las materias primas importadas. Lo que ha generado la disminución de la producción de bienes y servicios y hasta el cierre definitivo o temporal de muchas empresas.

La nacionalización de las empresas  básicas también logra sobre la industria venezolana el mismo efecto del control de cambio. Empresas manufactureras en los sectores aluminio y acero, no reciben los productos de Alcasa y Sidor. Tampoco les autorizan dólares para importar la materia prima. En consecuencia están paradas o cerradas.

Para agravar la situación, la Inspectoría del Trabajo no le autoriza las calificaciones de despido. Con lo cual las empresas se van descapitalizando. Al final, los bienes son expropiados bajo la excusa de la paralización que el propio Estado genera.

Decimos bienes y no empresa, por que la empresa es algo más que los bienes. Y eso “invisible” o intangible que hace que unos bienes se conviertan en empresa, desaparece cuando dejan de operar y se van los que generaron la chispa original. Por eso la mayor parte de las empresas expropiadas si es que producen, no lo hacen en la calidad y cantidad que tenían previamente.

En tercer lugar, los posibles inversionistas se enfrentan a las alcabalas de taquillas. Registrar y/o notariar documentos es un verdadero calvario. A veces hasta los porteros están facultados para objetar documentos. No basta con pasar la revisión del abogado de la oficina, anterior requisito que validaba el resto del proceso. En ocasiones estas alcabalas logran retrasar por meses la legalización de las documentaciones de las empresas.

Pero no es sólo en registros y notarías donde existen alcabalas. Solicitar divisas exige de todo un enmarañado de solicitudes de solvencias que no son otras cosas que igual número de taquillas. Cada una con sus propias redes de subtaquillas y requisitos adicionales.

Al ponernos en los zapatos de un inversionista extranjero, ese que viene con las manos llenas de dinero fresco, ¿qué es lo que pasa por su cabeza?

Ese inversionista observará el ambiente del país y comparará con las posibilidades de inversión en otros países. En primer lugar, se informará con sus abogados de la seguridad jurídica, tanto del apego del Estado a las leyes, y el respeto a los acuerdos y convenios. Luego preguntará ¿son imparciales en sus decisiones? ¿ No sólo deciden con independencia, sino que sus decisiones son rápidas y el Estado las acata? Tal vez, es una suposición de nuestra parte, las ganas de invertir llegan hasta esas primeras preguntas. Todos conocemos las respuestas.

En el caso de los inversionistas venezolanos no es diferente lo que sucede. A quienes les quitaron su actividad comercial, industrial productiva y hasta agrícola, no volverán a invertir en el país. El problema es que muchos de los expropiados son aquellos empresarios que pudieran haber invertido grandes cantidades de dinero. Simplemente se van a Colombia, Panamá y los EEUU.

En conclusión, a mayor cantidad de expropiaciones, menor cantidad de inversiones. Las posibilidades, nunca se convierten en oportunidades.

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