Ucrania: La barbarie contra los derechos humanos

Editorial de encuentrohumanista.org

Si hay algo que no genera ninguna duda hoy es que Vladímir Vladímirovich Putin odia a Ucrania, a los valores occidentales, a la dignidad de toda persona humana.

Mientras, la hidalga lucha del pueblo ucraniano es ejemplar. Está luchando una guerra defensiva contra una agresión no provocada. Ha llevado adelante, de forma heroica, una lucha de liberación y defensa de su territorio, de sus valores y su cultura.

Como en toda guerra, las cifras del conflicto en Ucrania no pueden satisfacer a nadie. Desde la perspectiva del bando agresor, la Rusia putiniana, el nivel de muertes es sin duda inesperado y doloroso para quienes, como Putin, creían que era una invasión de pocos días. Como se señala en The Economist, en Chechenia Rusia perdió entre 95 y 185 soldados mensuales entre 1999 y 2009, y 130 a 145 soldados por mes en Afganistán de 1979 a 1989.

Según la inteligencia británica, durante dos semanas entre enero y febrero pasados, cuando Rusia intensificó sus ataques en Ucrania oriental, las pérdidas rusas alcanzaron la cifra de 800 por día.

El número de combatientes rusos (incluyendo mercenarios) fallecidos en Ucrania el pasado año es mayor que el total de muertes rusas -y soviéticas- en todos los conflictos armados en los que estuvo presente luego de la Segunda Guerra Mundial (donde los soviéticos perdieron más de 8 millones de hombres).

En Ucrania, las pérdidas rusas ya equivalen a un ejército completo. Las cifras que manejan diversas agencias van de 60.000 a 70.000 muertos hasta ahora, pero esos números alcanzan los 200.000 si se incluyen los heridos y los desaparecidos. Los costos en vidas rusas en la reciente ofensiva de Bakhmut son comparables, según un importante general norteamericano (Mark Milley, Jefe del Estado Mayor Conjunto), a las sangrientas batallas de Iwo Jima, en la Segunda Guerra Mundial, y Shilo, en la guerra civil norteamericana.

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Rusia ha violado el Derecho Internacional como casi nadie desde el final del conflicto que concluyó con la derrota de los nazis y del autoritarismo japonés. Desde 1945 Europa no conocía una situación tan dramática debido al violento cuestionamiento por parte de Rusia de las fronteras resultantes de la Segunda Guerra Mundial, confirmadas por el Acta Final de la Conferencia de Helsinki de 1975.

Entre otras violaciones al Derecho Internacional que se mencionan están:

Violación de todos los tratados y compromisos suscritos como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU (y ello incluye su anexión de Crimea en 2014); la Carta de las Naciones Unidas, el Estatuto del Consejo de Europa; las garantías ofrecidas a Ucrania para lograr su desnuclearización (Memorándum de Budapest, 1994); el Tratado que regula la sucesión de la Unión Soviética (Minsk, 1991);

Pero las peores violaciones han sido sin duda alguna los crímenes contra los derechos humanos. Hay pruebas evidentes de las intenciones genocidas por parte de Putin. Al presente se investigan 13 mil casos de crímenes de guerra cometidos por el ejército ruso contra ciudadanos ucranianos, en especial el bombardeo indiscriminado contra objetivos civiles, como escuelas, hospitales y zonas residenciales. Las fuerzas rusas están bombardeando, masacrando, torturando, violando y matando de hambre a civiles, incluidos niños.

Los ciudadanos del mundo tenemos un año viendo videos y escuchando o leyendo narraciones del horror que ha significado la agresión rusa. Los más indefensos y desprotegidos son los que sufren las peores consecuencias de la brutalidad de los ataques. Son incontables las menciones a la violencia sexual y torturas que han sufrido las mujeres por parte de tropas rusas.

Las mujeres ucranianas han estado en la primera línea del conflicto como militares, combatientes, médicas, enfermeras, voluntarias, activistas de auxilio y asistencia, cuidadoras de sus comunidades y familias, desplazadas internas, refugiadas. Pero sobre todo como víctimas y sobrevivientes, como señala Amnesty International.

Hay casos de niños que han sido deportados a la fuerza a Rusia, lo que constituye otro grave crimen contra la humanidad. Asimismo el uso repetido de municiones ilegales, como las bombas de racimo, está bien documentado. Numerosas fosas comunes han sido desenterradas. Sólo en la ciudad de Bucha, se encontraron más de 350 cuerpos. En el puerto de Mariupol, ahora arrasado, murieron al menos 21.000 civiles.

Asimismo, hay evidencias de que Putin está tratando de «colonizar» las zonas conquistadas, incluyendo intentos de «re-educación’ y la mencionada reubicación de niños.

Si el objetivo es que la “guerra de Putin” no quede impune, para algunos expertos juristas lo deseable sería garantizar que los responsables de crímenes de guerra e incitación al genocidio en Ucrania tuvieran que responder ante un Tribunal Penal Internacional creado ad hoc, ya que Rusia no ha ratificado el Estatuto de Roma, tratado fundacional de la Corte Penal Internacional. Sin embargo, es sin duda un hecho importante que la CPI haya emitido el 17 de marzo una orden de arresto contra Vladimir Putin. El organismo internacional alega que Putin es responsable de crímenes de guerra por la deportación ilegal de niños de Ucrania a Rusia.

En ese sentido la Unión Europea está desempeñando también un papel importante. El Consejo Europeo adoptó nuevas normas que permiten a Eurojust, la Agencia de la UE para la Cooperación en materia de Justicia Penal, recopilar y preservar pruebas de crímenes de guerra en cooperación con la Corte Penal Internacional.

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¿Cuánto tiempo más durará la violencia putiniana en Ucrania? Imposible saberlo con certeza. Lo único que sabemos es que los contrincantes no ceden en su empeño. Es vital que las democracias del planeta no cedan en su apoyo a Zelensky y sus tropas.

No puede olvidarse asimismo que el pueblo ruso tiene una larga historia de sufrimiento y de lucha. En la mencionada Segunda Guerra Mundial murieron 20 millones de soviéticos, un 10% de su población. Previo a ello, durante los mandatos de Lenin y de Stalin, millones fueron exterminados por decisiones inhumanas de tales monstruos.

Sin embargo, como bien recuerda José Rodríguez Iturbe, «no puede comprenderse a Ucrania desconociendo la constante histórica de su permanente afirmación frente a los reiterados intentos de su negación como Nación por parte del inmenso Imperio Ruso (…) La agresión belicista ha encontrado en Ucrania la fortaleza de una Nación que no está dispuesta a dejar de ser Nación. La fortaleza de un liderazgo, representado en Zelensky, encuentra en el servicio a la Nación la llama de la dignidad republicana. Ucrania ve en su dolorosa afirmación como Nación la auténtica (por no decir la única) posibilidad de su afirmación como República».

Putin, a pesar de tener todavía el apoyo de buena parte de la población, y de haber acentuado la persecución a todo tipo de disidencia, debe estar temeroso de que la «operación militar especial» -no la llama guerra, o invasión- no sea vista por los ciudadanos rusos como una lucha existencial vital para su supervivencia, como él ha señalado en sus mensajes. Las protestas y descontentos a fines de 2022 cuando trató de movilizar a centenares de miles de nuevos conscriptos, son una señal clara. Miles han abandonado el país.

Al final, como sucede asimismo en la muy conflictiva Asia y los intentos agresivos de China hacia Taiwán, el mundo está ubicándose en dos bandos: las sociedades libres y democráticas, con los Estados Unidos y OTAN a la cabeza, y el dueto ruso-chino del otro lado del tablero geopolítico.

Parece claro que a China no le interesa una derrota aplastante de Putin, con la posibilidad de que incluso le ofrezca ayuda en armas. Sin embargo, se ha mencionado que en la reciente conferencia de Munich los ministros de exteriores de EEUU, Reino Unido, Alemania y Francia advirtieron a su colega chino de que su país se expone a nuevos peligros y sanciones si le suministra armamento al tirano ruso.

El resultado ideal de la crisis ucraniana para China es que todo concluya sin que parezca una evidente humillación putiniana y una clara victoria de los EEUU y el occidente. Mientras, Xi JinPing ofrece un Plan de Paz en el que obviamente nadie cree.

Otro hecho importante es que luego de trece meses de guerra, existe una cada vez mayor dependencia rusa en lo económico y político hacia su socio chino, en medio de un escenario de creciente aislamiento del régimen putiniano.

Rusia debe entender que Ucrania jamás se rendirá ni cederá en su lucha por reconquistar todo su territorio.

China y Rusia comparten una estrategia que se centra en no aceptar límites a su presencia en el planeta, y un mensaje centrado en el resentimiento antioccidental. Estremecen las palabras del sociólogo ruso Grigori Yudin acerca de la mentalidad de Putin: «dejen de pensar que la paz es el estado natural y verán el mundo a través de sus ojos». La lógica de Putin -como la de Xi Jinping- es estrictamente imperial.

Y mientras tanto la trilogía del mal, en nuestra región, Cuba, Venezuela y Nicaragua, apoya a Putin.

Reconstruir la Nación. Reconstruir la República. Palabras luminosas de Asdrúbal Aguiar en la sesión conclusiva del reciente Seminario sobre el Humanismo Cristiano promovido por el Consejo Superior de la Democracia Cristiana para Venezuela. Reconstruir la Nación y por esa vía reconstruir la República: esa es la meta de Ucrania. Y es, asimismo, la de los ciudadanos cubanos, venezolanos y nicaragüenses.

Al inicio de la Cuaresma, el papa Francisco destacó que estaba a punto de cumplirse «Un triste aniversario» en Ucrania, como atestigua el balance de muertos, heridos, refugiados, destrucción, daños económicos y sociales; y se preguntó:

“¿Querrá el Señor perdonar tantos crímenes y tanta violencia? Él es el Dios de la paz, permanezcamos cerca del martirizado pueblo ucraniano que sigue sufriendo, y preguntémonos: ¿se ha hecho todo lo posible para detener la guerra?”

Fuente: encuentrohumanista.org

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