Revolución tocó techo

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Nueva crisis bancaria

En la primera semana de diciembre el gobierno se vio obligado a cerrar las puertas de 7 bancos. En el amanecer del lunes 30 de noviembre un lúgubre Alí Rodríguez Araque, Ministro de Economía y Finanzas, nos había sorprendido al anunciar el cierre de 4 bancos que habían sido intervenidos hacía menos de dos semanas: Canarias, Banpro, Bolívar y Confederado. Ordenándose la liquidación definitiva de los dos primeros.

        No terminaría la semana sin que el viernes 4 de diciembre, en horas que la banca ya ha cerrado su semana laboral, de nuevo el ministro Rodríguez Araque nos volviera a sorprender con la decisión de cerrar otros tres bancos: Central, Baninvest y Banco Real.

        Más allá de las preocupantes declaraciones del diputado Ismael García, la opinión pública volcó su atención sobre el escándalo que suele generar  este tipo de sucesos. Y el gobierno no ha perdido tiempo en alimentar las llamas del escándalo.

        El guión de la película, ya lo conocemos. La crisis financiera de 1994 nos mostró el elenco de presuntos delincuentes de cuello blanco con sus avionetas y yates; las obras de arte, los forjados balances, los depósitos públicos, las órdenes de detención, los protagonistas de segunda categoría esposados, las colas y manifestaciones de los ahorristas, los exilios dorados, las solicitudes de extradición, etc. Esa película, ya la vimos. ¿Pero qué nos trae de nuevo esta zaga de quiebras bancarias? ¿Qué tienen en común estos bancos? ¿Cuál es la mano que mueve los hilos del dinero y el poder tras los 7 bancos?

        En las respuestas a las anteriores preguntas está la importancia y consecuencias de esta nueva crisis bancaria. No es un hecho puntual o sin mayor importancia, como lo ha querido hacer ver el régimen. Han sido afectados más de un millón doscientas mil personas, que habían confiado sus ahorros en esos bancos.

        Pero si no más importante, al menos más significativo, es que se trata de ocultar que  los cierres son un fracaso de la revolución. No podemos perdernos simplemente en los detalles y cifras.

        Luego del paro nacional 2002-2003, el gobierno se había trazado la estrategia de hacerse con una base de apoyo financiero y logístico en manos amigas que les hiciera inmunes a nuevas presiones de un sector privado abiertamente opositor.

        En el caso del sector bancario, la superficialidad nos puede hacer preguntar para qué quieren bancos, si ya compraron el Venezuela. En primer lugar, en el 2003 el alto gobierno se sentía inseguro. Hasta pensaban que tendrían que dejar el poder si perdían el referendo revocatorio. Para eso, necesitaban banqueros y empresarios amigos.

        No se escatimaron recursos ni apoyos a grupos de amigos para la consolidación de flotas de transporte, marítimas y terrestres, para llevar combustibles y fertilizantes, alimentos y aprovisionamientos. Se fomentaron la adquisición de empacadoras de alimentos, harina pre-cocida, bebidas, etc. Se promovieron nuevas empresas de cesta tickets para los bonos alimenticios, la adquisición de bancos y aseguradoras, etc; e inclusive, se auspiciaron nuevas organizaciones empresariales, como EMPREVEN,  para desplazar a Fedecamaras como interlocutor que guardara las apariencias de una estrecha relación con el sector empresarial.

        En pocos años, los amigos lograron amasar considerables fortunas. Pero desde diciembre del 2007 esos amigos, por las más variadas razones, han venido cayendo en desgracia. Maiónica, Durán y Kaufman cayeron en diciembre del 2007 en Miami, bajo el peso de un maletín incautado en Buenos Aires. En noviembre del 2008, cayó el grupo Mackeld en Valencia, en el fragor de la campaña electoral regional. Ahora en diciembre del 2009, son Torres Ciliberto, Ricardo Fernández, Arneé Chacón (quien arrastra en su caída a su hermano ministro), en compañía de socios y colaboradores. Todos tienen en común el haberse convertido en poderosos empresarios por sus relaciones comerciales con el Estado. Si no están presos, los están buscando.

        Los delitos de los que se les acusan, pudieran ser ciertos. Sin embargo, con el colapso de los 7 bancos el régimen muerde por primera vez el polvo del “tocar techo”. El gobierno que todo lo puede comprar y hacer, que ayuda a decenas de países en todo el mundo, que compra cuantas armas le puedan vender, que expropia empresas grandes y pequeñas, le sirvan o no, tuvo el viernes 4 de diciembre que bajar la cabeza y solicitar ayuda a la sólida banca privada venezolana que no le es simpática.

        En la alocución primera del lunes, se le habían visto las roturas. No pudieron liquidar el Bolívar y el Confederado, porque el dinero sólo les alcanzaba medianamente para Canarias y Banpro. Cuando el viernes colapsan Central, Baninvest y Banco Real, el drama se profundiza. No tienen fondos para honrar los depósitos de los ahorristas y tampoco tienen la infraestructura para lidiar con los ahorristas. El jueves, a pesar de todo el esfuerzo publicitario y de creer que con el Banco Venezuela era suficiente, sólo pudieron atender 4 mil de los 800 mil ahorristas de dos bancos. El viernes, no lograron a 4 mil, con lo que  tendrían que pasar más de 200 días para satisfacer los trámites. Una fecha más allá de las elecciones parlamentarias del 2010.

        Es así como el régimen toca techo el 4 de diciembre, un escenario que nadie imaginó. Ni siquiera la sala situacional de Miraflores. Esa es la consecuencia más importante de la actual crisis bancaria.

 por Eduardo Martínez

2 comentarios en «Revolución tocó techo»

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