La metodología destructiva comunista

En Chile se aplicó la metodología para lanzar una constituyente. La violencia de pequeños grupos tomaron la calle. Los chilenos no pisaron el peine y no aprobaron el nuevo texto constitucional.
Por Eduardo Martínez
Quienes por su edad no vivieron en los años anteriores a la década de los 80, y para quienes si la vivieron y no recuedan muchas cosas de esa época, es oportuno rescatar la metodología destructiva utilizada por el comunismo, que fueron empleadas para destruir personas e instituciones.
Esta metodología que se basaba en cuatro etapas: dislocación, intimidación, desmoralización y eliminación, fue explicada en su momento por Arístides Calvani en sus cursos y conferencias sobre “El Comunismo”.
Señalaba Calvani, que una primera fase de esta metodología para la destrucción, se tomaba un hecho cierto y comprobable, sacarlo de su contexto, y aplicarlo a otros sectores. Si el hecho era verdad, por lo tanto el razonamiento era aplicable a otros casos.
En la segunda fase, se aplicaba el concepto de la intimidación”. Lo que no era otra cosa que “infundir miedo en los espíritus”, generando un “clima revolucionario”.
En una tercera fase, se fortalecía la intimidación con la “desmoralización” como manera de desalentar al pueblo para que aceptara lo inevitable. “Se quiere crear un tal estado de ánimo que viva la inevitabilidad de la derrota”.
Finalmente, se llegaba a la cuarta fase de la metodología: la eliminación, que no pretende otra cosa que “suprimir el elemento considerado peligroso para la acción comunista”. Si bien, no era necesariamente una eliminación física, buscaba “crear un terror”, y por tanto, un retraimiento, un no meterse, por parte de la población.
El comunismo utilizó esta metodología destructiva para hacerse con el poder, país tras país. Siempre creando las “condiciones favorables” para generar revoluciones -sobre todo- en países democráticos.
Los tiempos son otros, pero la metodología ha sobrevivido. En el Siglo XXI, seguimos viendo la aplicación de esta metodología destructiva desde La Patagonia hasta América del Norte; en África, Asia y hasta en Europa Occidental.
Por supuesto que las tácticas han cambiado, sin embargo la estrategia subsiste. En estos tiempos, el objetivo sigue siendo la radicalización de la lucha política para llevarla al extremo de una inminente “revolución violenta”. Por eso se inventa substituir la Constitución de los países a través de un proceso constituyente, en vez de hacerla cumplir. Prueba de ello es que apenas un candidato proveniente de la izquierda comunista llega al poder, lo que primero que hace es convocar una constituyente de manera «pacífica». Aunque el procedimiento sea violento, se persigue forjar las «condiciones favorables».
Venezuela no ha escapado de ello.
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