Las redes sociales están saturadas de opiniones -más en contra que a favor- sobre las elecciones del próximo 21 de noviembre. El universo de opiniones se encuentra dividido en dos grandes bandos. Unos consideran una “traición” ir a votar, y ser candidatos un acto “abominable”. El otro bando no solo considera que hay que ir a votar, sino que ya ha inscrito candidatos y están desarrollando sus campañas para captar los votos de los electores.
En esta ocasión, luego de la parada de burro de Biden en Afganistán, solo hay dos opciones: Votar o abstenerse. Lo que algunos sectores presentaban como una tercera opción –la llegada de una invasión de Marines de EEUU- por suerte desapareció de las opciones “sobre la mesa”.
Es así que la decisión, que debe adoptar cada venezolano, es una decisión binaria: Ir o NO Ir a Votar el 21-N. Más fácil imposible.
A nuestros correos y redes sociales un buen número de lectores nos han preguntado sobre “si vale la pena” votar el 21-N. Creemos que es un acto de responsabilidad el contestar sus preguntas. Al final de esta nota señalaremos nuestra opinión. En las próximas líneas razonaremos la responsabilidad de cada protagonista del acto electoral.
Vamos ahora a poner sobre la mesa la responsabilidad de los electores, de los políticos, de los candidatos y de los partidos.
El elector debe emitir su voto por el candidato o propuesta que le parece más adecuada al momento que vive Venezuela. Por supuesto, en el ejercicio de su libertad, también puede abstenerse de votar.
La principal razón o temor, que se señala en estos tiempos, tiene que ver con la parcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE). Se tiene la creencia que siempre hace trampas a favor del régimen.
Sin embargo, el elector frente a ese monstruo en que se ha convertido el CNE, lo único que puede hacer es emitir su voto. No puede hacer más nada. ¿De quién entonces es la responsabilidad de evitar esas trampas?. Ni más ni menos de los otros actores: los políticos, los candidatos y los partidos, que dejan robar los votos que obtienen.
No hay peor comprobación, del talante autoritario y fraudulento de un régimen, que robarse los resultados electorales el día de las elecciones. Es la prueba irrefutable de que no es un gobierno democrático.
Pensando en el futuro, incluyendo al más inmediato y al más lejano, la mejor estrategia personal es ir a votar cada vez que se convocan elecciones.
¿A quién favorece la abstención?. Ni más ni menos, al régimen que nos hace trampa.
Como al final, el resultado de una elección es numérico, vayamos a los números y operaciones aritméticas sencillas que aprendimos en los primeros años de la escuela primaria.
Según las encuestas –todas ella incluyendo las del régimen- el partido oficial (PSUV) tiene solo el 20% de la intención de votos del electorado. La oposición unidad obtendría el 80% de los votos, y el régimen ese 20%.
Si la oposición va separada, el régimen ganaría algunas gobernaciones y algunas alcaldías. La oposición, aún pudiera ganar la mayor cantidad de puestos de elección.
Si por el contrario, se abstiene la mitad de los electores (50%), ese 20% de votos del PSUV se transforma en el 40% de los votos válidos, y como triunfó la propuesta abstencionista de algunos opositores, los partidos de oposición irían divididos y el régimen ganaría amplia y fácilmente las elecciones del 21-N.
Conclusión: Hay que ir a Votar. Y que los dirigentes de oposición se pongan los pantalones largos, se fajen a defender los votos, y se cobre el triunfo.
Eduardo Martínez
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