La real politik del presidente de Estados Unidos comienza a desplegarse en el teatro de operaciones de Venezuela. Este martes, el Departamento del Tesoro, a través la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), emitió la Licencia General 30A -relacionada con Venezuela- en la cual autoriza “ciertas transacciones necesarias para operaciones portuarias y aeroportuarias». Entre tanto, un alto funcionario habría tomado un vuelo a Caracas.
La redacción de la licencia en cuestión no establece específicamente lo que autoriza. Y solo aclara, lo que no está autorizado, al ratificar Ordenes Ejecutivas emitidas por el anterior presidente Donald Trump.
La diplomacia estadunidense, tradicionalmente, puede cometer errores, pero nos tiene acostumbrados a no dar “puntada sin dedal”.
Nos pareció que un levantamiento de sanciones, donde no se levanta nada, da pie para que cada quien comprenda lo que ansía comprender, aunque la licencia no lo diga. Parece que este es el caso.
En esta ocasión, consultamos en los corrillos de la política en Washington, qué se traería entre manos la nueva administración. Así fue como nos enteramos, que en los momentos de redactar este editorial, estaría viajando a Caracas un enviado especial -alto funcionario de la administración Biden- con el fin de iniciar presuntamente un diálogo.
Esta información, que parecería ser cierta, descubriría el objetivo de la licencia emitida este martes. Se trataría de una estrategia de lanzar un “caramelito”, algo así como un gesto de buena voluntad, en las horas previas al encuentro.
Si el diálogo o negociación es positivo para los estadounidenses, la interpretación de la Licencia 30a dará pie a medidas de ablandamiento de las sanciones.
Si no se avanza con el diálogo, o termina mal como todos los anteriores, la Licencia 30 seguirá en pie y quedará en la ambigüedad. No habrá nada que interpretar.
Sea la política de la zanahoria y el garrote, o la de lanzar caramelitos como en carnaval, por lo visto todos seguiremos enmascarados.
Eduardo Martínez
Editor