De los límites del Estado

¿El Estado se debe a sus ciudadanos o son los ciudadanos los que se deben al Estado? El Editorial de www.eastwebside.com inicia la discusión con un breve análisis con raíces históricas.

por Eduardo Martínez, editor

En diciembre último, los integrantes de la Asamblea Nacional aprobaron sumariamente leyes de gran importancia para la sociedad venezolana. Analistas, constitucionalistas y ciudadanos en general, tienen serias objeciones sobre la forma en que fueron aprobadas dichas leyes y el contenido de las mismas. En algunos casos se señala, que fueron escritas, para desvirtuar la realidad política surgida en las elecciones parlamentarias de septiembre pasado. En otros casos, sólo contenida en la publicidad gubernamental, que justifica estas leyes, mandatos y ejecuciones como la restitución del poder para el pueblo.

Si revisamos las acciones del Estado como un todo: parlamento-ejecutivo-poder judicial, encontraremos que el parlamento aprueba leyes bajo el mandato del ejecutivo, el ejecutivo aplica las leyes a su arbitrario entendimiento e interés, y el poder judicial pudiera estar entendiéndola de idéntica manera. (Esta última percepción, con respecto al poder judicial, se desprende de la recolección estadística de las sentencias de los tribunales. Es avasallante, en una proporción injustificable, como la casi totalidad de las sentencias favorecen al Estado, al Gobierno y/o a sus intereses, más allá de lo que señalan las leyes)

Esta realidad, obliga a plantear la discusión sobre los límites del Estado. En cuanto, hasta dónde pueden llegar las leyes con respecto a los ciudadanos.

Al estudiar la historia de la humanidad, desde los momentos en escasos humanos poblaban en solitario vastas extensiones, hasta las grandes ciudades con altas densidades poblacionales, el esfuerzo del común ha estado centrado en el manejo de la convivencia. Vivir unos al lado de los otros ha sido y es la principal complejidad. De allí proviene, socialmente hablando, la noción primera del Estado. Noción muy rudimentaria al principio, muy compleja en nuestros días.

Los estudiosos siempre caen en la tentación de dividir o clasificar la historia de la humanidad en etapas o períodos. En este caso, por razones prácticas para mantener bajo control la extensión de este Editorial, diremos que es posible llamar la atención sobre tres grandes momentos del desarrollo social de la humanidad: 1) cuando el hombre, ya no tan solitario ni escaso, se vio obligado a combatir la naturaleza y a ser vecino de alguien que no formaba parte de su grupo, 2) Cuando el hombre, ya asentado se vio obligado a defender el área geográfica donde vivía y de donde dependía su sustento, y 3) un momento simultáneo con los dos anteriores, cuando fue necesario imponer normas de convivencia porque los grupos que compartían terreno y vida en común comenzaban a ser numéricamente grandes.

Este desarrollo, socialmente hablando, no siempre ha andado por el buen camino. Las desviaciones fueron frecuentes y por muy largos períodos de nuestra historia. Por cuanto, toda forma de organización social lleva implícita un ingrediente que aumenta la complejidad: el poder y quien lo ejerce para imponer las normas.

Esto es lo que impulsó en el mundo el desarrollo de otra importante área: el de la política. Desarrollo mediante el cual se fueron perfeccionando las estructuras del Estado, el cómo se aprobaban y aplicaban las normas, los correctivos y, sobretodo, cómo se relaciona quien ejerce le poder con los ciudadanos.

Resumiendo, con una percepción probablemente más cercana al hombre original, tenemos Estado para evitar comernos unos a otros, y a la vez defendernos de otros grupos con quien compartimos alguna frontera o vecindad.

El compartir brevemente estos orígenes, sirve para recordar que el Estado se debe al ciudadano y no el ciudadano al Estado. No son las desviaciones ocurridas en el pasado, las que orientan nuestros propósitos en el presente y mucho menos en el futuro.

Ya de regreso al presente, una revisión del conjunto de las naciones nos permite observar que, quienes más bienestar proporcionan a sus ciudadanos, son aquellos países donde el Estado tiene unos límites que no traspasa. Los cuales no son otros que los del respeto a los derechos humanos, individuales y privados de cada individuo.

Esto último es tan cierto, que es posible encontrar siempre una correlación de bienestar con respeto a los derechos humanos. Inclusive en aquellos países en los cuales, a pesar de sostenerse sobre estructuras donde el estado prevalece sobre las personas, ligeras aperturas propician grandes mejoras de bienestar y mejor vida.

4 de febrero de 2011

editor@eastwebside.com

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