Por Eduardo Martínez
Hemos leído con estupor que la ciudadana vicepresidenta venezolana, Delcy Eloína Rodríguez, haya “celebrado” que un profesor de bachillerato haya comenzado a vender chicha en las calles de Puerto Ordaz, estado Bolívar.
Es evidente la estrategia seguida por el régimen venezolano desde 1999 para el control ciudadano. Ya algún ministro en algún momento tuvo el desliz de declarar públicamente que el aumento de la pobreza era necesario para el proceso socialista.
Esa estrategia sigue los procedimientos establecidos en Europa Oriental, y en otras latitudes, para instaurar la “dictadura del proletariado” y subyugar a un país y a sus ciudadanos: hacerlos los más pobres posibles, y así tengan que depender únicamente del Estado.
En la evolución de ese comunismo, en algunos países como Siria -árabe y de una tradición transaccional- incorporarían al concepto soviético leninista-staliniano una economía de “tenderos”, donde lo único que se permite son pequeños comerciantes que rayan en el buhonerismo -como el caso del chichero de Puerto Ordaz.
Esta “evolución”, si es que se pueden llamar así, lo que persigue es corregir la imperfección del modelo marxista, incorporando un primitivo “mercado” para la distribución final de productos básicos a los consumidores.
En ese pseudo mercado, el gobierno sirio no permitió la integración -vertical y/o horizontal- los emprendimientos de redes de distribución en manos privadas, ni de grandes contratistas del Estado.
No permitidas para los nacionales, la contratación de grandes empresas para la construcción de grandes infraestructuras, expansión de las comunicaciones, entre otros, quedarían en Siria reservadas para corporaciones extranjeras.
En el caso de Cuba, la experiencia más emblemática de la región, se ha hecho uso del concepto de los “cuentapropistas”. Lo que ha permitido la existencia de pequeños empresarios que realizan labores artesanales, o de ventas al menudeo.
En Venezuela, con la crisis económica inducida por el régimen, se fueron eliminando -entre otros- el papel moneda y las monedas, el financiamiento, se aumentaron los impuestos a las empresas ya establecidas o por establecerse, la estatización y/o confiscación de grandes empresas, etc.
En esa reducción de la economía de mercado, se propiciaron los “emprendimientos” de nuevo cuño, como una copia del cuentapropismo. Iniciativas individuales que al final casi no agregan valor, y que tampoco contribuyen efectivamente a la satisfacción de las necesidades básicas de los consumidores.
La actitud del profesor Jorge Antonio, así se llama, es una lección de dignidad e iniciativa ante la adversidad. Ante la falta de ingreso suficiente para lograr satisfacer las necesidades de su familia, buscó alternativas decentes y a la mano.
Las expresiones de la vicepresidenta, por el contrario, son una alerta del regocijo ante la miseria que el mismo gobierno -del cual ella es partícipe a su más alto nivel- impuso y que ha demostrado ser un fracaso.
– Editor www.eastwebside.com
Fotografía cortesía de lapatilla.com