¿Hasta dónde vamos a llegar? …ya vimos esta película!

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www.eastwebside.com explora una respuesta a esta pregunta que surge  cada vez que se anuncia una nacionalización. Ofrecemos a nuestros lectores el «a dónde» nos llevará finalmente este proceso de nacionalizaciones.

Por Eduardo Martínez

En un ambiente de nacionalizaciones, expropiaciones, confiscaciones, ocupaciones, invasiones, “adquisiciones forzosas”  e intervenciones de empresas grandes, medianas y pequeñas,  esta es la pregunta que a diario se hace más de la mitad de los venezolanos.

Venezolanos que en su mayor parte no son empresarios ni acaudalados. Son simplemente trabajadores que sienten con angustias los embates de las consecuencias de tales acciones: desabastecimiento, inflación, mayor desempleo, inseguridad creciente, caída de la producción nacional de bienes y servicios, colapso del sector salud, inexistencia de nuevas viviendas en cantidad, calidad y precio suficiente, pérdida de excelencia educativa, desmejora en la prestación de los servicios públicos. En pocas palabras, venezolanos que perciben como su calidad de vida es cada día peor que el día anterior.

Contestar la pregunta, no es fácil. Son muchos los factores que se conjugan en la realidad venezolana. Aunque podemos señalar que basta sólo una “mala intención” para destruir lo construido con muchos años de esfuerzo. Y pareciera que eso nos está sucediendo.

Sin embargo, si examinamos lo sucedido en otras experiencias y épocas, recientes y no tan recientes, encontraremos a dónde apunta todo este proceso al final de los finales. No es otro que el de la privatización de todo aquello que el estado en algún momento, por motivos ideológicos, políticos o de fuerza mayor, engullió.

Los procesos de nacionalizaciones y confiscaciones, por resumir en sólo dos términos, han terminado siempre en un colapso, en una pérdida de eficiencia y efectividad, que llevan como paso siguiente  las privatizaciones.

Sucedió luego de las nacionalizaciones de Salvador Allende en Chile; a la salida de los gobiernos laboristas en Inglaterra,  con excepción del Primer Ministro Tony Blair; en la Francia de Francois Miterrand; en la Unión Soviética de Lenín y Stalin, hasta llegar a Mijail Gorbachev; en cada uno de los países detrás de la Cortina de Hierro, luego de la caída del Muro de Berlín; en la China de Mao, cuando Deng Xiaoping decidió separar la política de la economía; en España a raíz de la muerte de Francisco Franco; e inclusive, en países del sureste asiático como Vietnam, entre otros.

De las privatizaciones no escapa ni siquiera Cuba, experiencia muy vecina a Venezuela en estos tiempos. En lo único que se diferencia, de los casos del párrafo anterior, es en la velocidad del proceso de privatización. Cuba confronta tres importantes escollos para el pase a una economía de mercado con la privatización de las empresas estatales, que en su caso son todas las empresas.

El primero, es el ala más geriátrica del Comité Central aferrada a una sovietización de la economía. En segundo lugar el embargo. En un mundo globalizado, es muy cuesta arriba impulsar la venta o alquiler de empresas estatales, e inclusive promover las instalaciones de nuevas inversiones,  con restricciones para la importación de insumos de los Estados Unidos o lo que es peor, la imposibilidad de venderle lo que produce. EEUU es un coloso industrial que está a unas pocas millas de Cuba. Producir en Cuba, con sus ventajas comparativas  de costo de mano de obra  y transporte rápido y poco costoso, es un tiro al piso si se puede exportar a los EEUU. Y en tercer lugar, el veto de EEUU sobre las antiguas empresas estadounidenses confiscadas en 1960. Nadie quiere asumir esas empresas, a menos que Cuba compense a los expropiados. Lo que en estos momentos está vedado por leyes estadounidenses, y sobre lo cual el Departamento de Estado tiene un férreo control.

Tal vez el caso más crítico para Cuba es el de los yacimientos de gas y petróleo al sur de la isla. Todo parece indicar que son cuantiosos. Llegan las empresas, evalúan la zona, y concluyen que son económicamente factibles de extracción si pueden exportan hacia los EEUU. Hasta allí llega la apertura.

Saliendo de las nacionalizaciones de carácter ideológico, tenemos también otros ejemplos. En la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno conservador se vio obligado a intervenir el transporte por los efectos que causaba en la infraestructura los continuos bombardeos alemanes. En Italia, el gobierno posterior a la guerra se vio obligado a asumir la mayor parte de los consorcios industriales, también devastados por los bombardeos, algunos de los cuales todavía conserva. En México, la crisis de la deuda externa de 1982 obligó al gobierno de José López Portillo a nacionalizar la banca, porque de otra forma la crisis hubiera arrastrado a los grandes grupos industriales mexicanos.

En los casos citados anteriormente, las empresas fueron privatizadas una vez se superó la crisis que dio pie a  la nacionalización. Y sobretodo, cuando las empresas nacionalizadas comenzaron a generar más pérdidas que beneficios, tanto en su rendimiento económico como en el cumplimiento de lo que serían sus objetivos fundamentales.

Regresando a Venezuela, tenemos una gran variedad de casos. Las estatales Cadafe y e INOS cumplieron en su momento a cabalidad su función social. Proporcionaron al 99% de la población electricidad, agua y el servicio de aguas servidas. Desde el punto administrativo y comercial fueron un desastre, y esos desastres comenzaron a afectar la calidad del servicio.

Cantv fue otra experiencia. Inglesa en sus orígenes. Nacionalizada posteriormente. Privatizada a principios de los 90. Y ahora nuevamente nacionalizada.

Pero tal vez sea Pdvsa el caso más emblemático. Una empresa que nació en 1975 con buen tino, y que a pesar de los desatinos de las empresas pública venezolanas, logró manejarse con eficiencia hasta el año 2000. Hoy en día sus indicadores son terribles. Y con su ejemplo el Estado parece estar empeñado en demostrar que es incapaz de manejar una empresa que el Estado siempre manejó.

El final de los procesos que vivimos, es obviamente predecible. Y no será otro que el de la privatización de un gran número de empresas que ya están siendo ineficientes y que no cumplen con su función productiva y social.

Además, no tenemos porqué sorprendernos. Es una película que ya vimos y que consideramos erradamente superada. Tanto por que el muro de Berlín se cayó hace 20 años; o por que habíamos pasado la experiencia de Cantv, Sidor y otras ineficientes empresas del Estado, que en manos privadas, resultaron eficientes, no chupaban dinero del presupuesto público y nos prestaban un buen servicio.

¿En cuánto tiempo ocurrirá? Ese es otro tema de discusión.

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