Leancy Clemente: ¿Por qué en Venezuela no se producen Huracanes?

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Por Leancy Clemente

No me canso de repetir que cuando Dios creó el mundo, pareciera que solo pensó en Venezuela; Nos dio las mujeres más bellas, la posición geográfica más ventajosa que otro país pueda tener y todo tipo de minerales.

A todo esto se le suma que estamos exentos de sufrir la ferocidad de esos huracanes que, año tras año, azotan el norte del Mar Caribe y la costa este de México y los Estados Unidos.

Esa posición geográfica ventajosa relativamente cercana al Ecuador y protegida por un especie de muro conformado por las islas al norte evita que el «ojo» del huracán tome dirección al sur, hacia Suramérica siendo su recorrido más favorable hacia el norte.

Se le llama ciclón tropical en el Caribe, tifón en el océano Índico y Mar de Japón, baguío en Filipinas y willy-willy en Australia.

También puede recibir nombres distintos atendiendo a la velocidad a la que se produce. Como se forma un huracán:

Existen cinco factores fundamentales que deben estar presentes:

Un disturbio atmosférico preexistente en el que se incluyan tormentas.

Temperaturas oceánicas cálidas, al menos 26 °C, desde la superficie del mar hasta 15 metros por de­ bajo de ésta. A esa temperatura, el agua del océano se está evaporando al nivel acelerado requerido para que se forme el huracán. Es ese proceso de evaporación y la condensación eventual del vapor de agua en forma de nubes, el que libera la energía que le da la fuerza al sistema tormentoso para generar vientos fuertes y lluvia.

Viento: vientos débiles en los niveles altos de la atmósfera que no cambien mucho en dirección y velocidad. La presencia de viento cálido cerca de la superficie del mar permite que haya mucha evapo­ ración y que comience a ascender sin grandes contratiempos, originándose una presión negativa que arrastra al aire en forma de espiral hacia adentro y arriba, permitiendo que continúe el proceso de evaporación. En los altos niveles de la atmósfera los vientos deben ser débiles para que la estructura se mantenga intacta y no se interrumpa este ciclo.

El Giro: la rotación de la tierra eventualmente le da movimiento en forma circular a este sistema que comienza a girar y desplazarse como un gigantesco trompo. Este giro se realiza en sentido contrario al de las manecillas del reloj en el hemisferio norte y en sentido favorable en el hemisferio sur. Esto es producto de la «Fuerza de Coriolis» la cual es cero en el Ecuador. Su efecto se puede observar el sentido en el cual gira el agua de las pocetas en ambos hemisferios.

Se mueven de izquierda a derecha en el hemisferio Norte y al contrario en el Sur.

En áreas cercanas al Ecuador nunca se formará un huracán.

Humedad: el huracán necesita la energía de evaporación como combustible y para ello tiene que haber mucha humedad. La humedad se da con mayor facilidad sobre el mar, de modo que su avance e incremento en energía ocurre allí más fá­ cilmente, debilitándose en cambio al llegar a tierra firme.

Contrario a lo que muchos dicen, el «Ojo» del huracán es la región de más calma.

La temporada de huracanes se inicia alrededor del 1 de junio y finaliza al término de noviembre, meses con la temperatura oceánica ideal.

El tamaño (diámetro) varía desde 40 Km hasta, 300 Km y tiene dos velocidades, una de desplaza­ miento y la de la velocidad de los vientos que ge­ neran y que resultan la parte destructiva.

Su formación requiere de grandes distancias libre de islas o tierra firme.

Se prevé que la temporada de 2017 será una temporada cercana a la media, con una predicción de 14 tormentas con nombre, 6 huracanes y 3 huracanes mayores.

Se clasifican de acuerdo a su velocidad y efectos:

Por siglos, muchos huracanes en las Antillas eran nombrados por el santo del día en que afectaba el huracán. Por ejemplo, el «Huracán de Santa Ana», que azotó Puerto Rico con excepcional violencia el 26 de julio de 1825, y «San Felipe» (el primero) y «San Felipe» (el segundo) que afectaron Puerto Rico ambos en septiembre 13, el primero en 1876 y el segundo en 1928.

El primer meteorólogo que utilizó un nombre propio (de mujer) para referirse a un huracán fue el australiano Clement Wragge a finales del siglo 19 y principios del 20.

En 1953, los Estados Unidos abandonaron, por confuso, el plan de nombrar las tormentas usando un alfabeto fonético (Able, Baker, Charlie) cuando se introdujo un nuevo alfabeto fonético internacional. En ese año (1953), la Oficina el Tiempo de Estados Unidos de América los llamó únicamente con nombres de mujeres.

Hubo alguien chistoso que afirmó que el nombre femenino se debía a que, al igual que las mujeres «llegan con mucha intensidad y cuando se marchan se llevan la casa, el carro y te dejan en la calle» .

La práctica de usar únicamente nombres de mujeres terminó en 1978 cuando se incluyó nombres de mujeres y de hombres en las listas de tormentas para el Pacífico Norte Oriental. En 1979 la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Servicio Meteorológico de Estados Unidos (National Weather Service) incorporaron nombres alternos de hombres y mujeres.

Cada año se prepara una lista potencial de nombres para la venidera temporada de huracanes. La lista contiene un nombre por cada letra del alfabeto (las letras Q, U, X, Y, Z no se incluyen debido a que pocos nombres empiezan con esas letras). Estas listas son recicladas cada seis años y se reemplazan los nombres cuando el nombre de un huracán ha sido retirado.

Los nombres de huracanes muy destructivos se retiran, quedando en los registros históricos, y son sustituidos por otros que inician con la misma letra.

Los nombres reservados para el 2017 son: Arlene, Bret, Cindy, Don, Emily, Franklin, Gert, Harvey, lrma, José, Katia, Lee, María, Nate, Ophelia, Philippe, Rina, Sean, Tammy, Vince y Whitney.

Tanto Irma como María serán nombres retirados de la lista

Llamar de «Réplica» a los terremotos sucesivos es un error

Según la Real Academia de la lengua española una réplica es una obra artística que reproduce la original con exactitud.

Las placas tectónicas de las que está formada la corteza terrestre están en continuo movimiento, pero este suele ser lento e imperceptible. Sin embargo, cuando algo obstaculiza este desplazamiento y chocan entre sí, comienza a acumularse una gran cantidad de energía que acaba liberándose súbitamente cuando se produce un movimiento brusco de estas placas. Esta energía aflora en la superficie terrestre en lo que conocemos como terremoto.

Así, de forma similar a lo que ocurre cuando se lanza una piedra a un estanque tranquilo y se producen ondas concéntricas, desde el origen se libera energía en todas direcciones. A este origen se le llama foco o hipocentro y desde él se proyecta una línea vertical hacia la superficie para designar el llamado epicentro. Sea como sea, cuando esas ondas se liberan, pueden llegar hasta la superficie y sacudir los cimientos de los edificios y también viajar horizontalmente por el interior de la Tierra.

Una vez que se produce esa repentina liberación de energía, a veces los materiales necesitan cierto tiempo para acomodarse, y por eso no es extraño que se produzcan los llamados temblores o eventos sucesivos, es decir, terremotos más débiles que el principal, incluso varios días después.

Gracias a Dios las mal llamadas «Réplicas» son de menor intensidad.

Se hubiese destruido la ciudad de Méjico después de tantas réplicas.+

leancyclemente@gmail.com

twitter.@leancyclemente

 

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