31 Crónica de guerra: Maduro entre helicópteros y topochos

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Por Eduardo Martínez

El episodio del helicóptero del CICPC es probablemente lo más descriptivo del régimen venezolano y de su presidente. Solo comparable al aterrizaje en 1987 de un pequeño aeroplano en la Plaza Roja de Moscú.

En ese aterrizaje, a escasos metros del mausoleo de Lenin y del Kremlin, el alemán Mathias Rust violó en plena “guerra fría, y “guerra de la galaxias”, las defensas aéreas de la URSS. Lo que acabó con el mito de la inviolabilidad de la cortina de hierro, y se dio inicio a lo que sería el colapso final del poder soviético.

El pasado martes, el funcionario de la policía judicial Oscar Pérez hizo uso no autorizado del helicóptero del CICPC. Saliendo del aeropuerto militar de La Carlota, sobrevoló lugares estratégicos en el centro de la Ciudad. Volando a baja altura, sobrevoló el ministerio del Interior, a escasas cuadras del Palacio de Miraflores, y pasó rasante sobre el Tribunal Supremo de Justicia.

Acto seguido, prosiguió vuelo hacia La Trinidad –en el sureste- donde habría aterrizado en una instalación bomberil, para cargar presuntamente armas de una camioneta que lo estaba esperando, según vecinos del lugar reportaron en las redes sociales.

A continuación, emprendería vuelo nuevamente para desaparecer sin que fuera ubicado hasta 24 horas después en un topochal en las cercanías de la población de Osma del Litoral central. Pérez sigue desaparecido junto con sus presuntos acompañantes.

Lo que tiene en común este suceso, con el de la Plaza Roja de 1987, son precisamente los rusos, quienes vendieron al finado Chávez material de guerra aérea por cerca de 10 mil millones de dólares.

La pregunta, cuya respuesta quisiéramos conocer los venezolanos, es de qué sirve la chatarra rusa cuando radares, misiles tierra-aire, cazas, y un sin fin de otros pertrechos militares, no pudieron detectar, perseguir y menos abatir, a este helicóptero intruso. Lo mismo de la Plaza Roja. Y ni que decir de los satélites comprados a los chinos, y que presuntamente iban a garantizar la seguridad de la Nación.

Por otra parte, se evidenció la falta de capacidad de respuesta del régimen de Maduro ante un suceso inesperado y potencialmente dañino. La incursión requería de acción y no de retórica.

Sin embargo la más significativa de las coincidencias, haya sido el aterrizaje en un topochal.

Un topocho no es ni cambur ni plátano sino un tipo “intermedio”, que se usa para los sancochos, y que solo cuando es maduro, se come crudo.

La cruda realidad, es que Maduro no sería ni una cosa ni la otra y tampoco de ayuda con los sancochos. En su gobierno, no hay que echarle al caldo.

Junio 28, 2017

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